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LOS PLATEADOS

Una de las calles del barrio se llama "22 de Febrero" y en su cruce con la Avenida 5 de Mayo se ve una placa que dice:




CALLE 22 DE FEBRERO DE 1862

En esta fecha, estando la población temerosa y asustada, sin ponerse de acuerdo, persiguieron por esta calle hasta el campo Huachinango, a los bandoleros conocidos como "los plateados". Haciendo acopio de su valor y decisión, actuaron sin armas en defensa de su pueblo".
Museo colección Carlos Pellicer - Amigos de Tepoztlán, A. C.
Tepoztlán 2006 - 2009.


En el libro "Tepoztlán, nuestra historia. Testimonios de los habitantes de Tepoztlán, Morelos" editado pro el INAH, el Sr. Humberto Robles Ubaldo expone en su relato llamado "Cien años en la historia de Tepoztlán" lo siguiente en relación a los Plateados:

"Transcurría el año de 1861, a Tepoztlán había llegado la noticia de que en Yautepec se había formado la terrible banda de Los Plateados, que se había convertido en el azote de la región. No había hacendado que se le escapara, ni carruaje que no fuese asaltado, tampoco las muchachas bonitas se escapaban porque eran secuestradas.
Así transcurría el tiempo entre noticias de secuestros y robos, pero Tepoztlán seguía con su tranquilidad de siempre...

Resulta que en la madrugada del 22 de febrero de 1862 el silencio fue roto por disparos. luego las campanas de la iglesia empezaron a repicar, el pueblo despertó y corrió a ver que ocurría en el centro del poblado. Eran Los Plateados comandados por el famoso Zarco, quien se disponía a saquear los comercios.
El pueblo opuso resitencia, se armó y contestó el tiroteo. Finalmente Los Plateados fueron sacados del pueblo por el camino que va a San Andrés de la Cal, muriendo en este combate 21 tepoztecos.
En 1863 por iniciativa de Don José Guadalupe Rojas, se levantó un monumento en memoria de los tepoztecos caídos en defensa del pueblo, ultrajados por Salomé Plascencia y sus Plateados".


EN 1869 SE PUBLICÓ LA NOVELA "EL ZARCO" quien es un bandido de los "plateados".

El ilustre mexicano Ignacio Manuel Altamirano vivió una época de su vida en el Estado de Morelos, y a partir de lo que vio, escuchó y vivió, elaboró su famosa novela "El Zarco", cuya acción tiene lugar en ese Estado, y en la que el personaje que da nombre a la novela, El Zarco, es justamente uno de esos Plateados. También Altamirano explica el porqué de ese nombre.

Altamirano escribió:

"Apenas acaba de ponerse el sol, un día de agosto de 1861, y ya el pueblo de Yautepec parecía estar envuelto en las sombras de la noche... hacían sus provisiones de prisa y se encerraban en sus casas, como si hubiese epidemia, palpitando de terror a cada ruido que oían.
Y es que a esas horas, en aquel tiempo calamitoso, comenzaba para los pueblos en que no había una fuerte guarnición, el peligro de un asalto de bandidos con los horrores consiguientes de matanza, de raptos, de incendio y de extermino...

El carácter de aquellos "plateados" (tal era el nombre que se daba a los bandidos de esa época) fue una cosa extraordinaria y excepcional, una explosión de vicio, de crueldad y de infamia que no se había visto jamás en México...

Además hay que advertir que los "plateados" contaban siempre con muchos complices y emisarios dentro de las poblaciones y de las haciendas, y que las pobres autoridades, acobardadas, por falta de elementos de defensa, se veían obligadas, cuiando llegaba la ocasión, a entrar en transacciones con ellos, contentándose con ocultarse o con huir para salvar la vida...

A veces los "plateados" establecían un centro de operaciones, ordenaban cuartel general desde donde uno o varios jefes ordenaban los asaltos y los plagios y dirigían cartas a los hacendados y a los vecinos acomodados pidiendo dinero... Allí también solían tener los escondites en que encerraban a los "plagiados", sometiéndolos a los más crueles tratamientos..."

Altamirano describe que a pesar de que en los poblados reinaba el miedo, y de que esa tarde de agosto en Yautepec todo era pánico, "la atmósfera estaba limpia y serena, allá en los picos de la sierra de Tepoztlán, se agrupaban algunas nubes teñidas todavía con algunos reflejos violáceos de oriente..."

En vista de que el Zarco podría robarse a la muchacha más linda de Yautepec, llamada Manuela, se dan algunos diálogos:

"Todos me dicen: Doña Antonia, esconda usted a Manuelita o mándela usted mejor a México o Cuernavaca. Aquí está muy expuesta, es muy bonita, y si la ven los "plateados" si algunos de sus espías de aquí les dan aviso, son capaces de caer uan noche en la población y llevársela..."

Pensando en el herrero que les ofrece cobijo y protección y trasladarlas a un sitio más seguro que Yautepec, dicen:

"Él tiene interes en nosotras, somos de su familia y procuraría acompañarse de hombres resueltos, quizás aprovecharía el paso de alguna fuerza del gobierno, o la traería de México o de Cuernavaca, guardaría el debido secreto sobre nuestra salida. En fin, arriesgaría la noche atravesando por Totolápan o por Tepoztlán, de todos modos, con él iríamos más seguras..."
"¿Tu piensas quizás que estos bandidos andan en partidas de diez o doce hombres? Pues no, andan en partidas de trescientos y quinientos hombres, hasta traen sus músicas y cañones, y pueden sitiar a las haciendas y a lso pueblos. El gobierno les tiene miedo..."

El héroe de la novela es de Tepoztlán, es un tepozteco honrado y trabajador, enamorado de la bella Manuela que no es correspondido. La madre de la bella mujer lo defiende y le dice a su altanera y soberbia hija (enamorada en secreto del Zarco):

"Ese pobre herrero es un muchacho de buenso principios, que ha comenzado por ser un pobrecito huérfano de Tepoztlán, que aprendió a leer y escribir desde chico, que después se metió a la fragua, y que a la edad en que todos regularmente no ganan más que un jornal, él es ya maestro principal de la herrería y es muy estimado hasta de los ricos y tiene muy buena fama y ha conseguido lo poco que tiene gracias al sudor de su frente y a su honradez..."

Ignacio Manuel Altamirano también explcia en su novela el porqué del nombre a estos bandidos como "plateados":

"... que de próposito intentaba diferenciarse, en el modo de arreglar su traje, de los bandidos que hacían ostentación exagerada de adornos de plata en sus vestidos, y especialmente en sus sombreros, los que le habían valido el nombre con que se conocían en toda la república".

Y describe así el atuendo del Zarco:

"... y en el cinturón un par de pistolas de empuñadura de marfil, en sus fundas de charol negro bordadas de plata. Sobre el cinturón se ataba una "canana" doble cinta de cuero a guisa de cartuchera y rellena de cartuchos de rifle, y sobre la silla un machete de empuñadura de plata metindo en su vaina, bordada de lo mismo. La silla que montaba estaba bordada profusamente de plata, la cabeza grande era uan masa de ese metal, lo mismo que la teja y los estribos, y el freno del caballo estaba lleno de chapetas de estrellas y de figuras caprichosas. Sobre el vaquerillo negro, de hermoso pelo de chivo, y pendiente de la silla, colgaba un mosquete, en su funda también bordada, y tras de la teja veíase amarrada una gran capa de hule. Y por dondequiera, plata: en los bordados de la silla, en los arzones, en las tapafundas, en las chaparreras de piel de tigre que colgaban del a cabeza de la silla, en las espuelas, en todo. Era mucha plata aquella, y se veía patente el esfuerzo para prodigarla por dondequiera. Era una ostentación insolente, cínica y sin gusto."